Imagen de juegos del catálogo de xbox
Imagen de juegos del catálogo de xbox

Todo sabemos que el formato físico ha cambiado mucho durante los años. Los que venimos de varias décadas atrás, recordamos como hemos pasado por diferentes formatos. Desde las cintas de cassette, hasta los bluray, hemos vivido todo tipo de discos, cartuchos y otros elementos para almacenar los videojuegos. Pero estas unidades de memoria no solo almacenan bytes, también contienen otros elementos no tan tangibles.

El coleccionismo de videojuegos tiene ciertos factores emocionales que dan valor al objeto, al tótem en este caso. Cuando adquirimos videojuegos, y los jugamos, creamos un recuerdo sobre el objeto. Esto hace que cada vez que vemos el juego recordemos las aventuras que vivimos con él acompañados, o en solitario. Por eso, cuando rebuscamos en cestos de segunda mano, o en un mercadillo, estamos desenterrando memorias que ni siquiera conocemos.

Todo esto crea un valor añadido, incluso doble, sobre los videojuegos de segunda mano. Es cierto que no todos tienen recuerdos acumulados, algunos simplemente se juegan y se venden rápido para recuperar el dinero invertido. No obstante, cuando rescatamos algún clásico de épocas pasadas de un mercadillo, las probabilidades de que alguien disfrutase del juego son elevadas.

Con todo esto, aunque el físico está en momentos bajos, y no acostumbro a adquirir videojuegos físicos (excepto ediciones especiales), disfruto de la búsqueda del tesoro. Cada vez que paso por un mercadillo miro entre los juegos del pasado buscando alguno que tuve y perdí, o incluso alguno que siempre quise tener. Y al comprarlo, me llevo a casa mi propio recuerdo sobre un tótem perdido y el recuerdo de otra persona sobre el tótem encontrado.

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